9.6.11

Letras rusas


 

Eduardo Andrade Uribe

 

Con cierta eventualidad la literatura rusa ha tenido que sortear la intolerancia de la sociedad y la represión de las autoridades. En medio de una atmósfera desfavorable, han emergido las obras más sobresalientes de los rusos. Semejante repertorio, desde luego, no se constriñe a los grandes narradores del siglo diecinueve, quienes en su momento causaron admiración en el resto de Europa. Previo a la consolidación de la prosa literaria, se afianzó el formato de la poesía, al igual que el de la dramaturgia.

En el ámbito de una expresión tan noble como el verso, algunos autores padecieron el exilio (los más afortunados), así como la persecución, el encierro y/o la muerte. Del grupo de escritores partidarios del movimiento de sublevación de 1825 conocido como revuelta decembrista, Kuchelbecker fue encarcelado y perdió la vista en el presidio. Ryleiev, por su parte, murió en la horca, por orden del zar Nicolás I. El propio Pushkin padeció el destierro de la corte de San Petersburgo, en lo particular por unos epigramas que escribió contra un ministro. Corre la versión de que el duelo en que el poeta y narrador perdió la vida (a los 38 años de edad) tuvo más tintes de homicidio que de reto*.

A la par de los poetas, los dramaturgos también hubieron de sobrellevar la represión. El caso de Alejandro Griboiedev es paradigmático: al padre de la dramaturgia rusa moderna le censuraron una obra con la que después de todo obtendría fama universal. Por la crudeza de sus descripciones (de carácter social), "La desgracia del ingenio" permaneció bajo censura por más de cinco años. Posteriormente, a partir del fracaso de los decembristas (quienes demandaban la instauración de un orden constitucional así como abolir el servilismo laboral), Griboiedev fue señalado como sospechoso de apoyar el proyecto subversivo, lo que le valió purgar dos meses bajo arresto. Una vez declarado inocente, recibió el nombramiento de ministro plenipotenciario en Persia, donde entonces imperaba una seria aversión hacia Rusia como consecuencia de un tratado que confirmaba su poder imperial sobre Oriente. Justo en las instalaciones de la embajada, A. Griboiedev fue víctima de un ataque mortal perpetrado por la mafia persa contra la diplomacia rusa. Pocos años después, Nikolái V. Gógol inclusive, en su calidad de dramaturgo, hubo de afrontar cierta presión a raíz de la publicación, en 1836, de su polémica comedia El Inspector, situación que le llevó a expatriarse por espacio de un lustro; el célebre escritor residió entonces en Italia y Alemania.   

A los narradores rusos las condiciones de desempeño creativo tampoco les fueron del todo favorables. Habiendo participado en el consabido levantamiento de 1825, A. Bestuzhev fue desterrado al Cáucaso, donde se unió al enfrentamiento bélico contra los circasianos. Años más tarde cayó abatido en una escaramuza. Por otro lado, Dostoievski se hizo merecedor al encierro carcelario por ser afín al pensamiento socialista francés, que no era bien visto por el zar. El autor de "Pobres gentes" estuvo a punto de ser fusilado, pero conmutándosele la pena, a cambio de ello tuvo que partir exiliado a Siberia, donde cumplió una condena de cuatro años de trabajos forzados. En un plano menos lacerante pero después de todo contundente, Tolstoi recibió duras críticas por la "Sonata a Kreutzer", novela con cierto cariz de tratado, donde el conde literato alude a la celotipia matrimonial, que puede desembocar en una crisis desgarradora; el libro fue censurado.

Pese a los embates de la crítica o de la censura, la obra de todos estos escritores subsistió; ninguno de ellos sucumbió a la expectativa de los gobernantes. El siglo XIX se consolidó como uno de los períodos más esmerados en la historia de las letras rusas. Luego vino otro tipo de literatura.

Para definir la directriz que en el siglo XX específicamente adoptó la narrativa rusa, acaso no haya una visión más oportuna en este caso que la de Nabokov (1899-1977). Heredero de la tradición literaria decimonónica de su país a partir de sus estudios sobre las figuras representativas, Vladimir Nabokov, con base en una profunda y extendida revisión al respecto, desenmascaró la producción que se asentó en Rusia una vez derrocado el orden imperial zarista e instaurado el régimen soviético. Atendiendo a la percepción del novelista petersburgués: de revolucionaria, la literatura soviética sólo posee el apelativo.

En una conferencia que el escritor bilingüe dictó en la Universidad de Cornell, corriendo el año de 1958, y que aparece impresa en un volumen de reciente publicación**, Nabokov esgrime sus razones respectivas. Según el exiliado novelista, desde que Lenin tomó posesión como primer dirigente de la U. R. S. S., se sentaron los cimientos de una postura creativa oficial, lo que sencillamente puede traducirse como literatura doblegada. Por más que el quehacer novelístico ruso revolucionario ofrezca rasgos de voz emancipadora, bajo la óptica del afamado autor de "Lolita" es mera sumisión. Consumada la causa bolchevique, las letras rusas dejaron de ser auténticas, fueron proclamadas "arma del Estado". Los gobernantes dispusieron ser ellos mismos quienes fijaran el rumbo que el contenido de los libros debía tomar. El objetivo era reafirmar el triunfo de la revolución. En época de Nabokov, el primer secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética Nikita Serguéievich Jruschov hablaría en asamblea sobre la conveniencia de que la literatura promoviera el ideal del socialismo. Propósito de antemano fallido. El control sobre la ejecución de las obras trajo como consecuencia que el argumento correspondiente fuera predecible. Según Nabokov, de esta condición patética ni siquiera se salvan volúmenes de cierto nivel compositivo como "El Don apacible" del premio Nóbel de 1965 Mijaíl Shólojov, o "No sólo de pan" de Vladimir Dudíntsev, novelas a las que, en resumidas cuentas, el conferencista de Cornell les ve rasgo de monstruosidad o esperpento narrativo. La producción literaria rusa se acartonó. Por más giros que se le haya podido dar a una anécdota, el espíritu soviético prevaleció.

El comunismo no sólo desarticuló todo un sistema de organización sociopolítica en Europa del este. También le dio al traste a la expresión artística. De cualquier manera, no todo fue pérdida o derrota. Más allá de la perspectiva intransigente de V. Nabokov, hay algún material propio de considerarse.

Pese a la férrea determinación oficial de reprimir cualquier brote de originalidad o "libre pensamiento", hubo autores que desafiaron la imposición soviética y su trabajo se sobrepuso a la presión gubernamental. Mijaíl Bulgákov rehusó escribir de acuerdo a los parámetros del denominado realismo socialista, posición que suscitó por supuesto que su narrativa fuera condenada. Sólo después de haber muerto el autor de "Morfina" y "La guardia blanca" (a causa de un padecimiento renal), sus libros se comenzaron a publicar en forma. El dramaturgo, narrador y novelista nunca apeló al exilio y constantemente abogó por la "libertad de creación" (sobre todo a partir de una serie de cartas a Stalin). El año de 1921 migró de Ucrania a Moscú, donde radicó hasta el día de su muerte, en marzo de 1940.         

 

* De Mier, Fidel. Introducción a "La hija del Capitán" de Alexandr S. Pushkin. Ediciones Gaviota; Madrid 1991.

** Nabokov, Vladimir. "Curso de literatura rusa". RBA Libros; Barcelona, 2010.

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